Hoy abro paréntesis en los preparativos del cumple de Jorge, para contarles otra cosita.
Cuando era pequeña iba caminando al colegio. Pasaba a diario por un solar cerrado por un muro de bloques sin vestir y con una vieja puerta. Muchas veces estaba abierta. Dentro, miles de botellas de cristal (así lo recuerdo), botellas en su mayoría de vino.
El que siempre estaba allí era un señor mayor (siento no ser objetiva, era muy pequeña, y quizás aquel hombre tenía unos 40, pero yo lo recuerdo bastante viejito),
muy sucio, con ropas viejas y rotas. Se dedicaba, según me contó luego mi madre cuando le pregunté, a buscar en la basura esas botellas, para llevarlas a que las reutilizaran, y a él le pagaban unas pesetas. Iba siempre con una carretilla, cargando aquellas botellas que amontonaba de cualquier manera en su solar. Ese era su trabajo, una manera digna de buscarse la vida, aunque me temo que no le aportaba muchos beneficios.

Voy al caso concreto: no son botellas de cristal sino tapones de plástico lo que se buscan. Exactamente 24 toneladas. Ya casi las han conseguido, pero hay muchos otros niños que buscan una mejor calidad de vida, y los tapones solidarios se la pueden dar. Sólo hay que guardar todos esos tapones de plástico que tirarías al contenedor, y guardarlas. Nada más. Con una garrafa de agua vacía de 8 litros en casa tienes el contenedor apropiado para hacerlo. Luego ya sólo tienes que molestarte un poquito en buscar información para ver a dónde la puedes llevar. En toda España hay niños que buscan tapones solidarios.
Por si os interesa algo más del tema, hay un evento creado con mucha información sobre los puntos de recogidas de tapones en el sur de Tenerife, en facebook , para Joel. En esta labor les acompaña la Asociación Iraitza
Un beso a todos